Plegarias no atendidas

En el año 1872, el excéntrico sir Francis Galton escogió varias parcelas de terreno y rezó aleatoriamente sobre ellas para ver si las plantas que recibían sus oraciones crecían con mayor fortaleza y rapidez. Ante los desalentadores resultados, el profesor Galton decidió seguir investigando con las personas y realizó algunas mediciones estadísticas en función de las profesiones y las clases sociales de la época.

Atendiendo a la lógica religiosa, aquellas personas más próximas a Dios debían vivir un mayor número de años que aquellos colectivos que tenían menos probabilidades de rezar a diario. Sin embargo, los datos del censo le mostraban todo lo contrario.

Ni los sacerdotes, ni la familia real – presuntamente protegidos por grandes dosis de oración diarias – tenían una media de vida mayor a la de colectivos como los médicos y abogados, sino que vivían menos años. Así pues, tal y como dedujo Galton con cierta ironía, la oración a Dios no parecía tener efecto alguno sobre el crecimiento de las plantas ni sobre la salud de las personas.

La idea de medir la eficacia de las oraciones ha seguido practicándose por científicos de dudosas pretensiones hasta nuestros días. El intento más reciente, y quizá el mejor planificado hasta el momento, fue el experimento realizado en 2006 por el equipo del doctor Herbert Benson, del Centro Médico Beth Israel Deaoness, en Boston (Massachusetts), quien estudió el efecto de las oraciones en 800 pacientes operados de corazón en seis hospitales de Estados Unidos.

Aunque el estudio fue patrocinado por la Fundación John Templeton (que premia sistemáticamente a aquellos científicos que dejan abierta la puerta a la vía de Dios), observaba estrictamente el criterio de doble-ciego por el que ni investigadores ni pacientes conocían qué papel jugaban en el experimento.

Para llevarlo a cabo, el doctor Benson dividió a los pacientes en tres grupos:

1. El grupo de los que recibían oraciones y no lo sabían
2. El de aquellos que no recibían oraciones y no lo sabían
3. Un grupo de pacientes que recibían oraciones y además lo sabían

Tal y como explica Richard Dawkins en El Espejismo de Dios, los resultados fueron inequívocos: no había ninguna diferencia entre aquellos pacientes por los que se había rezado y aquellos otros por los que no. Sin embargo, y como una ironía del destino, sólo habían empeorado los miembros del grupo que sabían que en algún lugar del mundo había alguien rezando por su salud.

En concreto, un 59 por ciento de aquellos pacientes había sufrido complicaciones tras la operación, frente al 51% de los otros dos grupos. Probablemente, el hecho de conocer que alguien andaba rezando por ellos les provocó un estrés adicional que terminó haciéndoles empeorar.

http://librodenotas.com/guiaparaperplejos/14184/plegarias-no-atendidas

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