Aclaremos conceptos: una cosa es estar enamorado y otra cosa es ir a jugar al tenis con tu novia.
¿Saben por qué hay tan pocas competiciones mixtas? No es por las diferencias físicas. ¡No señor! ¡Es porque las mujeres tienen sus propias reglas!
Tú llegas a la pista de tenis, te colocas, ella saca una vez, falla, vuelve a sacar, vuelve a fallar y entonces dice:
– No vale, no vale, saco otra vez. Ésta no valía porque la raqueta no ha tocado la pelota.
Mi chica siempre tiene alguna excusa: “¡No estaba preparada!” o “Es que esta raqueta me va grande”, y la que más me alucina: “Es que si me miras, me desconcentras” Que si la miro la desconcentro. ¡Pues que juegue con el Dioni!
El caso es que cuando por fin consigo hacerme con la pelota (por supuesto, yendo a buscarla, porque es imposible que la pelota pase a mi campo) saco, se la tiro con dulzura, como un globito. Y entonces ella vay me grita:
– ¡Joder, tíramela normal!
Entonces hago un saque normal y:
– ¡Joder.! ¡Qué bestia! ¡Tiras a dar! ¡Parece que te fastidie jugar conmigo!
Y luego hay una cosa que no falla: en el momento en que la pelota se ha ido a tomar por culo, y tiene que ir ella, es el momento en que dice:
– Ya no quiero jugar más.
– ¿Pero ya te quieres ir? Si he pagado dos horas de pista.
– Vale, pueeees. Tú pelotea, que yo te miro.
¡Y se sienta en una esquina a hablar por el móvil!
– Pues nada, aquí. Jugando al tenis con éste.
Pero con el deporte que realmente hago ejercicio es con el ping-pong.
Porque jugar al ping-pong con tu pareja es algo así: tú sacas: ¡pin!¡tac.
tac, tac, tac, tac! ¡pin! ¡tac, tac, tac, tac.! Y ¡pin! Y ella:
– ¡Joo, es que la mesa es muy pequeña! ¿por qué no jugamos al squash, que la pelota no se escapa?
Ahora, lo que peor llevo es lo del futbolín. Vamos a ver: ¿por qué a las chicas les gusta tanto darle vueltas al mango? Tú ahí, con tus toques de muñeca, cubriendo el hueco. y llega ella y se pone a hacer el molinillo. ¡Y claro, la jodida mete gol! Y encima empieza a gritar como una histérica por todo el bar:
– ¡Soy Camacho! ¡Soy Camacho!
Y tu:
– ¡Pero si no vale.!
¡Cualquier tío sabe que eso no vale!
Ahora, lo que de verdad me hace echarme a temblar es cuando después de una barbacoa con los amigos, los chicos decimos que vamos a echar un partido de baloncesto y ellas dicen:
– ¡Nos apuntamos, nos apuntamos! ¡Esperad un momento que Mari Mar está haciendo pis!
Y es que cuando juegas al baloncesto con ellas, se pueden oír frases tan inauditas como:
– ¡A mí no me paséis!
Y después de todas estas cosas, uno se plantea: ¿por qué insistimos los tíos en hacer deporte con ellas? Pues para impresionarlas.
Como cuando le dices:
– Mira, mira. ¡Voy a aguantar la respiración debajo delagua! ¡Cronométrame!
Y cuando sales morado como una lombarda:
– ¡Aaaaaaaaahhhh! ¿Cuánto he hecho?
Y ella levanta la cabeza del libro y dice:
– ¿Eh?
– ¡Pero bueno! ¡Creo que había batido mi record!
– ¡Ay! Pues, hala, cielo, métete otra vez a ver si aguantas hasta que acabe el capítulo.
Pero tú no te rindes. Tú estas enamorado y sólo quieres demostrarle que, aunque no lo parezca, llevas dentro un campeón; vais los dos en el patín de agua y, de repente, te lanzas al mar:
– ¿A que te gano, yo nadando y tú en la barca?
Casi me muero de lo deprisa que le daba ella. Chaca, chaca, chaca. Nunca vi tanta crueldad en una persona. Ella me veía ahogarme y pedaleaba màs… y yo la veía alejarse, cada vez más pequeñita, gritando:
– ¡Soy Camacho! ¡Soy Camacho.!
Ahora, es peor cuando es ella la que elige el deporte. Un día viene y me dice:
– Cariño, ya sé cuál es el mejor ejercicio que podemos hacer en pareja. Mueves todos los músculos, sudas y, además, disfrutas. ¡los bailes de salón!
Así que nos apuntamos a un curso de bailes de salón. Que, por cierto,las tías, ¿para qué van? ¡Si ya saben! Porque tú ves que tu novia llega, y el primer día se pone a bailar de puta madre y de una forma sexy que tú nunca habías visto. Claro, que tú también bailas de una forma que ella tampoco había visto nunca. Parece que te hayan llenado los calzoncillos de cemento Pórtland.
Y de repente ella me agarra por detrás:
– Venga, mueve la cintura. Jo, hijo, eres más soso que Zapatero.
Me suelta y se pone a bailar cada vez más lejos, y más lejos. Y yo detrás:
– Cariño, bailar de lejos no es bailar.
Y yo, disimulando, intentando arrimarme a alguna pareja para que no se supiera quién es el que sobraba de los tres. Pero todos huían. Y pasito a pasito consigo esconderme detrás de una columna. Y de pronto noto que alguien viene por detrás y me agarra de la cintura. Me doy la vuelta y me encuentro a Oswaldo, el profesor. Un cubano de dos metros que me dice:
– ¡Mueve tu cu-cu.!
– ¿Mi qué?
– ¡Mueve tu cu-cu!
Y claro, tenía al tío tan pegado que pensé: “Pues claro que muevo el cu-cu, que si no, este tío me hace diana.”
Agarré a mi novia y le dije:
– Mira, vámonos a jugar al ping-pong, que si tengo que mover el cu-cu, prefiero moverlo recogiendo las pelotas.