– Mamá, mamá, en la escuela me dicen que estoy loco.
– ¿Quién hijo, quién?
– Las ardillas mamá, las malditas ardillas.
– Mamá, mamá, en la escuela me dicen que estoy loco.
– ¿Quién hijo, quién?
– Las ardillas mamá, las malditas ardillas.
El anciano estaba postrado, casi moribundo cuando sintió el aroma de los dulces horneados que tanto le gustaban. Haciendo un gran esfuerzo se bajó de la cama y se dirigió a la cocina. Fue lento y trabajoso, a veces casi arrastrándose hasta que logró llegar a la fuente de los ricos aromas.
Sobre la mesa había varias bandejas de las golosinas recién horneadas. Se arrastró lo más cerca que pudo de la mesa, y utilizando las últimas fuerzas que le quedaban estiró la mano, un poco más y casi toca las golosinas y de pronto siente un agudo dolor en la mano y se deja caer.
Mira arriba y ve a su anciana esposa con la espátula en la mano amenazando con golpearlo otra vez que le dice:
– No te atrevas a tocar otra vez, son para tu funeral.
Suena el teléfono y Pepito contesta:
– ¿Bueno?
– ¿Se encuentra tu papá Pepito?
– Está ocupado, responde Pepito en susurros.
– ¿Está tu mamá Pepito?
– Está ocupada, responde Pepito en susurros.
– ¿Está tu hermano mayor Pepito?
– Está ocupado, responde Pepito en susurros.
– ¡Caray! ¿Pues, qué están haciendo?
Entonces, Pepito responde en susurros:
– Me están buscando.
¿Por qué mataron a Kung Fu?
Porque lo kunfundieron.