Años de tradición, nos han acostumbrado a una imagen física de Jesús que era antropológicamente absurda e imposible: ningún judío, y Jesús lo fue, de su época y región de residencia podía parecerse ni remotamente a la imagen que el arte cristiano le adjudicó.
En el año 1872, el excéntrico sir Francis Galton escogió varias parcelas de terreno y rezó aleatoriamente sobre ellas para ver si las plantas que recibían sus oraciones crecían con mayor fortaleza y rapidez. Ante los desalentadores resultados, el profesor Galton decidió seguir investigando con las personas y realizó algunas mediciones estadísticas en función de las profesiones y las clases sociales de la época.
Atendiendo a la lógica religiosa, aquellas personas más próximas a Dios debían vivir un mayor número de años que aquellos colectivos que tenían menos probabilidades de rezar a diario. Sin embargo, los datos del censo le mostraban todo lo contrario.